En la vida diaria muchas de las interacciones con los demás, sea personas u otros seres vivos, son el resultado sus manifestaciones del ser interior que los constituye en lo que están siendo como personas.
Estas manifestaciones del ser interior pueden ser consideradas de dos formas: conscientes e inconscientes.
Las manifestaciones conscientes del ser se les puede considerar como aquellas en la que la misma persona tiene el control y una intención específica para manifestarlas. Las tiene bajo control y con la finalidad de transmitir un mensaje a quien está en su entorno próximo.
Las manifestaciones inconscientes del ser son aquellas en las que no se tiene control, dan mensajes que no los percibe la misma persona que se expresa sino las percibe quien está en interacción con ella. Verbalmente se pueden decir muchas cosas pero corporalmente se manifiesta la realidad de lo que no se quiere expresar.
Todo lo que se ve y percibe en los demás son manifestaciones de su ser interior, pues se puede decir que lo que manifiesta es lo que en ese momento la persona está viviendo y enfrentando ante una situación personal. Ese interior está lleno de emociones, sentimientos y estados de ánimo, los cuales siempre tendrán influencia en lo que los demás vean en las personas.
Aquí entra como un punto extra a considerar, que ante la manifestación de la persona que se tiene enfrente se da la interpretación de quien la está observando. En esa interpretación entra en juego la propia historia personal del observador. Por esta razón, se debería tener en cuenta que hay que ejercitarse en el control de las emociones y de tener la capacidad de darle inteligencia a cada una, saber expresarlas y manejarlas de la manera más adecuada.
Esto de la manifestación del ser interior de la persona va de la mano con el lenguaje corporal.